El Cónclave

Si en Madrid se cruzan los caminos, todos los caminos conducen a Roma. Cayeron las escuelas, las utopías, los regímenes, la filosofía de la praxis, el hombre nuevo; sólo queda en pie la nave de Pedro, que lleva haciendo agua engañosamente más de 2.000 años. Emerge la Iglesia en la gloriosa primavera romana con sus fuentes, sus cúpulas y sus ruinas. La Ciudad Eterna recibe a purpurados de todo el orbe para poner tiara a una fe sin cabeza. Los cardenales se reunirán, a partir de mañana, en cónclave (sin llave) rodeados por toda clase de leyendas urbanas, los cuervos, los gatos, gatos y gatos de Alberti y la maldición de aquel hereje llamado Lutero que describió a la Iglesia del Papa como una secta de putas y hermafroditas.

No quiero herir o molestar a los lectores católicos, pero los enemigos del Vaticano acusan a la Curia de lavar dinero negro y de proteger a los pedófilos, aunque reconocen que las conjuras contra los príncipes de la Iglesia son inútiles. A Roma la han quemado, la han saqueado, la han sitiado, la han ocupado, han marchado sobre ella y ahí sigue, entre siete colinas y un millón de solideos, con cardenales más bien puretas pero con las largas botonaduras o braguetas de botones rojos, símbolo de la sangre de los mártires.

Cada vez se extiende y se repite aquella idiotez bárbara según la cual, para ser buen cristiano, hay que mantenerse alejado de Roma («Roma veduta, fede perduta»). La Iglesia superará la competencia de las sectas, el apogeo del islamismo y de los ateos, que cada vez son más en Europa, mientras el catolicismo crece en América Latina. Los adversarios y ateos esperan que por la chimenea sobre la Capilla Sixtina, después de humear los dibujos de Miguel Ángel y los tapices de Rafael, salgan el mismo Satanás o el antipapa Pedro Romano, el último pontífice según las profecías de Malaquías.

Hay morbo para saber si se ingenia algún envenenamiento. Parece que Angelo Scola, arzobispo de Milán, amigo del Opus y de Comunión y Liberación, hijo de un camionero, teólogo y tuitero, colega de Ratzinger, es uno de los favoritos para el Espíritu Santo, que llegó a Roma en vuelo regular. Si yo fuera cardenal votaría por un italiano, un profesional. Pero parece que Tarcisio Bertone, la estrella, salesiano y camarlengo (camarero), y su corriente están en contra de la familia de Angelo Sodano, lo cual impediría que salga como casi siempre un Papa italiano.

Al final, los 28 cardenales de la Bota llegarán probablemente a un pacto de familia. También se habla del canadiense Marc Ouellet y del brasileño Sherer. ¿Un Papa norteamericano? No estaría bien visto que el imperio de hoy mandara también en Roma.